El otro día el padre de su mujer, una frase muy fuerte esta, va y le pregunta qué diablos quiere decir Cortázar con sus Cronopios y sus Famas y lo demás. El pobre tipo no iba muy preparado para dar una respuesta. Hacía tiempo que había dejado el libro en alguna parte de la biblioteca y no tenía ninguna frase brillante a mano que le sacara de apuro. Intentó una improvisación retórica que sonó escasamente convincente. Olía a podrido como sucede siempre con los chistes repetidos. Y que cresta era una fama y que cresta una esperanza, interpretaciones mas, o menos, van y vienen. Entonces, para no parecer más imbécil el sujeto se hace el enfermo. Un ataque de algo. Se le bajó la presión, dice la madre de la novia y el tipo ponía los ojos fuera de sí. No se crea que su actuación era inútil o una perdida de tiempo. Mientras tanto, armaba en su cabeza sesudas afirmaciones acerca de la lírica y la palabra y mil güevadas más. Con la concentración puesta en su ataque y en la preparación de su declamación “sobre los recursos de la nueva narrativa sobre la base de una obra de Cortázar” se le olvida que hay que respirar y ahí la simulación queda perfectamente alimentada por la realidad conduciendo primero al soponcio y luego al desmayo.
Nuestro personaje se ha salvado, nadie lo había previsto. Despierta en una cama y le dan agüitas que él digiere lentamente, quejándose un poco como corresponde a todo buen enfermo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario