Aún sigo escuchando risitas
como tener la puerta abierta
y que entren voces.
Porque la ciudad se cansó de perseguirme
cuando avanzo bajo cielos hipnóticos,
cuando entierro huesos en los bolsillos,
para darme ánimos de hombre.
Cayendo (y qué idiota decir cayendo)
Sudando entre las paredes invisibles
Tiendo me una tarde de siesta
O de aguas hechas golpe de martillo
Construyendo la verdadera honradez
La que no entre recomendada
Porque esto es una casa de putas
"Y los poetas sus campanilleros"
Denme por eso una garra potente
Una valentía de grito solo
Como correr por la arena, sin agua
No temiendo de los buitres
Ni de lagartos que den la lengua en bandejas de sol.
Quiero me de arriba en la montaña
Hecho chillido de carreta sin aceite
Que camina por lo oscuro a gran velocidad
Con sonrisas de cadáver o esqueleto
Cuando los árboles siguen la senda hacia atrás
Gratis, sin pagar el pasaje.
lunes, 15 de junio de 2009
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5 comentarios:
Está bueno el poema. Es muy distinto a lo que te había leído.
Curiosamente lo encuentro muy Nerudiano, será por el ritmo, no sé, pero me gustó.
Es muy distinto, porque está escrito hace 10 años. Más que nerudiana, la influencia era mandragoriana, sobre todo Enrique Gomez Correa.
Me parece un gran poema. Muy de quien avanza citadinamente. Un acierto aquello del chirrido de carreta.
Igual a los mandragorianos les gustaba Residencia en la Tierra, aunque no lo decían.
Concuerdo. Los mandragorianos eran varias cosas sin asumirlo. Aunque, no falta el que dice: Neruda era Rokhiano (no asumido). Con esta última tesis todos los anteriores se transforman en Rokhianos.
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