Pierda el tiempo fácilmente leyendo esta basura. Quítele dinero a su empresa. Deje sin comer a la guagua. Deje que se le queme el arró. Todo por la tonterita de estar naegando en la wé
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lunes, 15 de febrero de 2010

El poeta y el análisis

Un tipo está desesperado. El tipo es un poeta en fases depresión terminal. Así que recurre a un centro que le han recomendado: el grupo plas. La gente del grupo plas está compuesta de afamados siconoanalistas. Dicen que en su consulta se han dado casos de curación casi espontánea. Nuestro poeta marca el número y espera. Le contesta una grabadora. Una grabadora que le dice que en ese momento están ocupados pero que deje los datos y “nos comunicaremos con usted a la brevedad”. Es solo un contratiempo piensa el poeta y decide llamar luego porque nunca le han gustado las grabadoras. Llama varias veces ese día, mientras su depresión va en aumento y sin embargo la maldita grabadora le salió siempre. No lo llamaron nunca. Decide pegarse un tiro al día siguiente, promesa que cumplió cuando intuyó que detrás de los edificios que le tapaban la cordillera habían salido los primeros rayos de sol. Al poeta más de alguno lo quería, en especial una tía vieja que nunca entendió a este sobrino tan angustiado. Fue ella la encargada de enterrarlo. Mientras tanto, el grupo plas ya había empezado a mover sus resortes y llamó al poeta justo cuando lo estaban vistiendo para meterlo al cajón. La tía vieja contestó. “Se murió”, dijo “se suicidó ayer por la mañana”. En el centro plas discutieron amargamente. No era el primer cliente potencial que se les suicidaba. “Que estaremos haciendo mal”, se preguntaron.