Pierda el tiempo fácilmente leyendo esta basura. Quítele dinero a su empresa. Deje sin comer a la guagua. Deje que se le queme el arró. Todo por la tonterita de estar naegando en la wé
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lunes, 16 de junio de 2008

El Desorden

El desorden le llenaba la pieza. Comía una fruta y tiraba las cáscaras al suelo. Los calcetines se los sacaba y los tiraba. Mes a mes se compraba calzoncillos nuevos porque los anteriores nunca los encontraba. La mugre se fue acumulando con el tiempo. El suelo ya no se veía. Habría sido necesario escarbar demasiado. Al acostarse hacia un esfuerzo supremo y despejaba su cama de papeles y migas de pan. El desorden atrajo a los bichos. De todo tipo. Unos coleópteros plateados circulaban entre sus pies. Unas moscas volaban en la pieza. Entre ellas era posible diferenciar tres variedades distintas. Las polillas eran abundantes también. Y los ciempiés.

Un día el desorden dejó de aumentar. No desaparecieron las basuras anteriores, tan solo se llegó a un estado de equilibrio. El vecino de la pieza de al lado quiso saber que pasaba, porque hacía días que no veía al hombre salir. Le costó abrir la puerta; el nivel adentro era como medio metro más alto. Empujar no servía de nada, prefirió sacar la puerta. El espectáculo que encontró, aparte del olor insoportable y los gigantescos insectos, fue el hombre semitapado por las cáscaras. Vivía aún.

- Soy una basura- balbuceaba.

Se había identificado con su entorno.

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