Pierda el tiempo fácilmente leyendo esta basura. Quítele dinero a su empresa. Deje sin comer a la guagua. Deje que se le queme el arró. Todo por la tonterita de estar naegando en la wé
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lunes, 31 de marzo de 2008

El accionista mayoritario


Disculpen la molestia, señores pasajeros, me he subido a esta máquina con el permiso del señor conductor, para contarles mi caso. Yo era empresario de éxito. Lo tuve durante mucho tiempo. Partí con poco dinero, unos ahorros que invertí en la bolsa. El capital inicial lo conseguí vendiendo chocopanda en la Alameda. Tal vez ustedes mismos me vieron alguna vez trabajando en la locomoción. Al principio me miraron como a un bicho raro, cuando fui con mi caja de helados a la calle Nueva York, para hablar por primera vez con una oficina de corretajes. Tuve suerte. Junté mucho dinero, me compré ropa elegante, mejoré mi dicción con unos cursos que me dio un amigo avecindado en Apoquindo. Me convertí en el accionista mayoritario de Condimentos La Negrita, que con el tiempo se transformó en un holding, dedicado al lucrativo trafico de especias, con participación en muchos países del Asia. Inicié la construcción de mis oficinas centrales en Singapur. Allí mi aspecto indio no era un defecto, sino un toque exótico. La vida me sonreía, cambié a la Rosa por una modelo de Play Boy, cambié las pichangas de los domingos por el golf de los sábados. Yo sé que la gente puede desconfiar de lo que cuento, pero ando con la fotocopia de mis balances, mis declaraciones de renta, mis flujos de caja, junto con mi carnet de identidad. Adjunto pagarés reajustables en dólares, bonos neoyorquinos, el comprobante de mis inversiones en el sector eléctrico, fotografías junto a Onassis, a Rockefeller y a Clinton.

Pero vino la crisis asiática. El clima se volvió inestable en el lejano oriente y un huracán echó abajo mi edificio. Mi empresa quebró. En la bolsa, mis acciones cayeron estrepitosamente. Quedé en la calle, perseguido por mis acreedores, por la cana, la Interpol y los perros amaestrados. Me libré con préstamos y cheques a fecha. Ahora debo cubrir con urgencia esos cheques, no me queda mucho plazo. Es por eso que me he atrevido, con el permiso del señor conductor, a subirme a esta micro a pedirles una pequeña colaboración, como sea su voluntad.

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