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lunes, 7 de abril de 2008

Viva leer

En Chile la gente lee muy poco. Andan ahí comprando o cambiando de canal, pero de lectura nada. Ni siquiera la letra chica. Seamos justos: leen envases, ofertas, cuentas, titulares. La excusa es el precio de los libros. Pero las bibliotecas están vacías de gente y llenas de libros.

Es por eso que propongo una medida audaz que el ministerio, si posee un mínimo de seriedad, debería considerar en el presupuesto: transformar los baños públicos en bibliotecas. El baño es un sitio donde surge, espontáneo, un raro gusto por la literatura. Últimas investigaciones revelan que las emanaciones de metano y amoniaco tienen importante influencia en la concentración. El funcionario de la puerta, además de papel higiénico entregará libros de hojas lavables. Incluso pueden imprimirse historietas en los rollos de papel. Yo imagino una mesa larga, con adornos exquisitamente barrocos, ventanales enormes, con tazas de water en vez de sillas. Atrás, los estanques, pueden mostrar los rostros de famosos intelectuales. La escena es conmovedora. ¡Cuantas personalidades brillantes podrían formarse allí!.

No niego que el zumbido de las moscas, el continuo tirar de las cadenas y toda clase de ruidos estomacales molestos pueden conspirar contra lo que propongo, pero una buena sinfonía, del periodo romántico, los puede atenuar bastante. A los aguafiestas les digo que la medida es posible. Solo falta el visionario y los siempre escasos recursos.

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