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lunes, 12 de enero de 2009

Libros para el aire

Miles de trivialidades se pueden leer todos los días en ciertos libros. ¿Para qué salieron esos libros si ya había otros que decían mejor las cosas? Parece que el humano siempre tiene algo que decir. ¿Los que ponen libros a circular tienen algo que decir?. ¿Sabían que ya todo fue dicho y que cuando digo todo me refiero justo a eso? O sea estas cuatro líneas ya se dijeron, en Roma o en algún rincón de Tailandia. Y no hay salida. ¿No hacer nada entonces?

- Para eso está el público lector - dicen los escritorcillos mientras se acomodan sus lentes de grueso marco - para recibir cuanta güevada le tiremos.

¿Están seguros que está el público lector?
Porque con el precio de los libros, los lectores se reducen y con la cantidad de sandeces que hay por hacer cada día (los horarios, la micro que no pasa nunca, el jefe que quiere la planilla ayer, la iñora que está enferma todo el invierno) no queda tiempo para ser un lector de tomo y lomo. Esto suena a discurso gastado porque está en boca de muchos escritorcillos quejosos. Hay que sacarlo de la boca. Así que por favor, como primera medida, escriban algo decente. Es lo único que uno pide como lector. Paren el abuso, escritorcillos.

- No hay cómo, compañero, sea realista. ¿Usted cree en el viejito pascuero compañero? Aquí nadie regala nada.

El que me dice esto es un escritorcillo perteneciente al comité central. Y él es muy realista porque le hace al realismo socialista. “Chucha que las cagué”, me digo.

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