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lunes, 9 de marzo de 2009

Los ciclos de la ciudad


Un día vino la catástrofe. No nacían hijos en Santiago. Era una ciudad alejada, aislada por normas internas. Los homosexuales eran abundantes Básicamente homosexuales había allí. Los heterosexuales eran considerados anticuados, retrógrados, pervertidos o fanáticos. La perversión de la heterosexualidad era atacada de manera cruel, con bromas pesadas que sonrojaban a la gente:

- Miren el güeoncito. Así que le gustan las mujeres.

Eso decían los escandalizados padres de sus hijos varones. Eso decían los oficinistas del compañero que miraba como se levantaba la falda de una chica allá afuera de la ventana. Los pocos niños que nacían, de padres que ya tenían muchos, eran cedidos en adopción. De esta manera los homosexuales eran la nodriza de la sociedad. Estaban condenados a un castigo; cuando morían no dejaban descendencia. La renovación era muy escasa. El peligro de esta muerte social condujo al rey de Santiago de Chile a tomar una medida desesperada que levantó muchos detractores en un primer momento: se prohibía el sexo entre iguales. La medida causó una rebelión tan violenta y con tanta mortandad, que disminuyó aún más la población. El rey, visionario consciente del peligro, no se desanimó. Reunió a una brigada de eunucos. Con ellos raptó a veinte mujeres de la ciudad, lésbicas de las más recalcitrantes. Les hizo el amor en forma sistemática, con una lista llevada por los escribas. Al año nacieron sus primeros hijos. Le pareció tan bueno, tan novedoso acostarse con mujeres (él también era homosexual al principio de su mandato), tan útil para el repoblamiento que en adelante reprimió el homosexualismo con severidad. A su muerte la población se había sextuplicado.

No todo fue feliz porque el aumento trajo aparejados problemas de abastecimiento y de espacio. El Reino de Santiago se hallaba casi completamente rodeado por la belicosa República de Lampa. Los cultivos no alcanzaban para alimentar tantas bocas. El rey no supo de estos problemas, porque moriría cinco años antes de sus primeras manifestaciones, deceso acaecido mientras hacía el amor con una de sus 43 esposas. Se eligió un nuevo rey y este, primogénito del anterior, continuó la política de repoblamiento de su padre hasta que se hizo evidente el error. Los nostálgicos recordaron que treinta años antes la comida si alcanzaba. Fueron ellos los que fraguaron un golpe de estado.

Raptaron al rey y lo violaron entre varios una noche entera. No hubo que hacer más. Al día siguiente el rey firmaba el decreto que imponía otra vez el homosexualismo. Este proceso se volvió cíclico. Cada cierto tiempo se alzaban en rebelión las distintas tendencias sexuales. Se trataba de una necesidad de estado, revoluciones necesarias para la sobrevivencia de la patria.

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