Pierda el tiempo fácilmente leyendo esta basura. Quítele dinero a su empresa. Deje sin comer a la guagua. Deje que se le queme el arró. Todo por la tonterita de estar naegando en la wé
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lunes, 13 de octubre de 2008

Amiga que no llega

Espero una mina, pero lamentablemente no llegará. Le ha ocurrido un terrible percance, un accidente impensado. Iba por la calle. De una micro bajó un heladero a la carrera. El heladero le cayó encima. El heladero tuvo la mala ocurrencia de besarla antes de tratar de levantarla y ella le da locura, o sea, la histeria porque no esperaba esa reacción. Parece que no tenía ganas que la besaran en un momento como ese, la cuestión es que se enojó muchísimo, y el heladero se reía y ella más se enojaba con la risa. Entonces le dio una patada al compadre porque ella hace aerobox y tiene estado físico, pero el heladero también tiene y le esquivó el golpe poniéndose a resguardo detrás de un árbol. La pierna de la mina que estoy esperando se estrelló con el tronco del árbol y le quedó doliendo con un dolor que fue en aumento hasta que se hizo tan insoportable que tuvo que mirar como se lo había fracturado. La fractura le dolió infinito al mirarla, tanto que incluso perdió un poco el conocimiento. Al heladero le dio culpa y llamó la ambulancia que llegó bien rápida porque venía de dejar una abuelita por allí cerca. Los enfermeros, como la vieron tan llena de polvo producto de las dos caídas pensaron que era un loquita con ataque y le dieron un sacudón para que se le quitara y con eso la llevaron a un estado de trance aún mas profundo. Los enfermeros la echaron arriba y de ahí se perdió el rastro. Lo único seguro es que la mina que estoy esperando hace ya media hora no va a venir por todo eso.

lunes, 29 de septiembre de 2008

El desorden

El desorden le llenaba la pieza. Comía una fruta y tiraba las cáscaras al suelo. Los calcetines se los sacaba y los tiraba. Mes a mes se compraba calzoncillos nuevos porque los anteriores nunca los encontraba. La mugre se fue acumulando con el tiempo. El suelo ya no se veía. Habría sido necesario escarbar demasiado. Al acostarse hacia un esfuerzo supremo y despejaba su cama de papeles y migas de pan. El desorden atrajo a los bichos. De todo tipo. Unos coleópteros plateados circulaban entre sus pies. Unas moscas volaban en la pieza. Entre ellas era posible diferenciar tres variedades distintas. Las polillas eran abundantes también. Y los ciempiés.

Un día el desorden dejó de aumentar. No desaparecieron las basuras anteriores, tan solo se llegó a un estado de equilibrio. El vecino de la pieza de al lado quiso saber que pasaba, porque hacía días que no veía al hombre salir. Le costó abrir la puerta; el nivel adentro era como medio metro más alto. Empujar no servía de nada, prefirió sacar la puerta. El espectáculo que encontró, aparte del olor insoportable y los gigantescos insectos, fue el hombre semitapado por las cáscaras. Vivía aún.

- Soy una basura- balbuceaba.
Se había identificado con su entorno.

lunes, 18 de agosto de 2008

Las bombas atómicas

Lo de la sirena es cuestión de todos los viernes. Nos dieron unos trajes protectores de muy buena calidad. Son resistentes a las altas temperaturas y ni hablar de la radiación. Cuando suena la sirena sabemos lo que viene: un bombardeo violento y corto. Ya estamos acostumbrados y no nos hacemos ni un drama: simplemente nos ponemos el traje. En realidad, los viernes salimos con él en la mañana, a medio poner, cosa de cerrar el cierre y listo. Continuamos yendo al banco, los niños a clases y las nanas a pasear perros.

Las bombas vienen del norte. Estuvimos en guerra con el norte hace muchos años. Hasta se me olvidó cuando. Yo era re-joven en ese tiempo. Los países del norte vieron en la muerte y posterior descuartizamiento de uno de sus secretarios de estado la justificación para la primera explosión en el continente. Fue en Montevideo, una ciudad que de un día para otro dejó de figurar en el mapa. Nos quedamos realmente asustados. Las bombas atómicas no han parado desde entonces. Usando el llanto como método de presión, el consejo de naciones sudamericanas, hace veinte años de eso, consiguió llevar a los países del norte a la mesa de negociaciones. La asamblea se realizó aquí en Santiago de Chile (era una democracia más estable), con la masiva asistencia de todos los líderes del continente, excepto el mandatario norteamericano, que, de momento, tenía copada la agenda en su gira por Asia. En su reemplazo envió al secretario del tesoro, un tipo flaco y alto que sonreía apretando los labios, como si fuera un vendedor de intangibles. Dicen que no sabía nada de política exterior y que en todo momento hablaba de unos préstamos y unos intereses. El resultado fue el traslado de los bombardeos para el viernes, “Protocolo de Santiago” le llamaron; una forma de mantener un poco de nuestra vida normal.

Los trajes los tuvimos desde un principio. Ya antes de la guerra circulaban algunos de contrabando, como si alguien les hubiera contado del posterior desarrollo de los acontecimientos. En esa época nos pareció muy rara la llegada de lentes, máscaras y guantes que daban al usuario un ligero toque extraterreno. Se ofrecían en el “llame ya”. Después de lo de Montevideo supimos para que nos servirían ese y posteriores modelos más avanzados. Eran tecnología fabricada, paradójicamente, por empresas del norte. Nos volvimos asiduos consumidores de tales elementos de seguridad. Llegaban por montones, se transaban en el mercado negro, y aquello nos obligó a trabajar duro. La idea era recuperar nuestra economía con rapidez para comprar los productos que necesitábamos. La mayor parte de la gente trabaja ahora en las minas de Uranio. No tenemos muy claro para qué quieren ese extraño metal los del norte. Nos lo compran a buen precio, sin embargo.

Podríamos decir que hemos alcanzado una situación de estabilidad en nuestras relaciones con ellos. Nos respetamos mutuamente y los consideramos nuestros amigos. No olvidar que una de las cláusulas del protocolo de Santiago prohibía los bombardeos, permitiendo solo “pruebas de funcionamiento en la zona al sur de USA”.

Suena la sirena, debo irme... sin apagar esto (computador). La misma tontera de todos los viernes.

lunes, 4 de agosto de 2008

El poeta y sus cosas

Hay cosas que desconcentran al poeta: la música desconcentra al poeta, la fotografía desconcentra al poeta, el video desconcentra al poeta, pero el poeta no puede dejar de hacer estas cosas porque la pura poesía aburre al poeta.

El aburrimiento desconcentra al poeta.

lunes, 21 de julio de 2008

El Brebaje


Tal vez sea yo el que ponga una bomba en la fábrica del brebaje. Odio esa porquería que nos hacen beber con métodos hipnóticos. Sé que los poderosos no beben nada, advertidos de la malignidad de la bebida o informados acerca de la hipnosis. Nosotros, los de abajo, estamos obligados. Es cierto que nadie nos ha puesto una pistola en la cabeza, pero han puesto la propaganda y los conocimientos del mercandishing, que son armas superiores a la pistola. Somos millones de sometidos. A la fábrica le conviene que cada uno de nosotros le entregue su dinero a cambio de – paradojalmente – nada, porque la bebida es la nada, solo un símbolo. Hecha con desperdicios y mezclada con gases combustibles, se bebe lentamente y produce una sensación de saciedad momentánea que, imagino, también se podría lograr con agua; nos transforman en seres inflamables, blancos fáciles. La fábrica no quiere destruirnos, sin embargo. Nos quiere vivos, pero a tiro de cañón. Somos insectos haciendo circular el dinero entre los poderosos, en un juego tan absurdo como inútil.

Al menos nos dejan comer. A veces nos permiten cambiar dinero por algo distinto a cápsulas nutritivas. Ahí comemos pollo o cebollas, pero son escasas estas ocasiones. Muchos de nosotros solo conocemos la comida por revistas antiguas. Bueno es decir que esas revistas están prohibidas por la fábrica bajo el cargo de perversión y libertinaje, un escándalo.

Tenemos la esperanza, y el miedo, de que alguien algún día (noten lo vago de mi lenguaje), ponga una bomba a la fábrica. Puede tratarse de un sometido, pero también de un poderoso, incluso puede que algún rebelde se atreva. Para ello, debe aparecer ese individuo que desee hacerlo. Esta condición, que en el fondo es una condición trivial, es muy difícil de cumplir. Hemos reemplazado a Dios por la botella y estamos programados para quererla. Queremos al brebaje; el suicidio sería masivo si nuestra dosis no estuviera asegurada para el día siguiente. No tenemos mas deseos.

Hay profetas que auguran una pronta crisis. Los profetas son tipos de extrañas costumbres, que han huido lejos de la ciudad, donde han fundado comunidades de apartados. A veces vuelven para hablarnos y se quedan por largos periodos, viviendo en la calle, de lo que consiguen mendigando o robando. "La fábrica se quedará sin energía", dicen. “La producción disminuirá en forma tan drástica que serán muchos los que mueran de abstinencia”. Decimos “¿Quien puede creer tontera semejante? ¿Quién puede dudar de la fábrica?” y en el fondo igual nos angustiamos de tan fea posibilidad. Queremos vivir como dicen las revistas antiguas, pero nuestras pesadillas son terribles, miles de botellas quebradas por los ascetas callejeros.

Porque - no puedo negarlo - somos felices. Y reímos como niños cuando tenemos una botella en las manos.

lunes, 14 de julio de 2008

Las cosas prohibidas

Las cosas que nadie te deja usar
Las cosas que te esconden
Las cosas que otros tienen
Todas son prohibidas.

Comentario budista: ¡Olvídate de las cosas!
Comentario patriota: No hay como las cosas de Chile
Comentario güeón: ¿De cuales cosas me hablas?
Comentario vandálico: Hay que destruir las cosas
Comentario chocante: Me cago en las cosas.
Comentario negativo: Así no es na’ la cosa.

lunes, 7 de julio de 2008

El veneno en los ratones

A los ratones ya no les afecta el veneno. Se han vuelto mafiosos de carácter. Cuando me ven llegar con la lata abren unos ojos de este porte. Puro entusiasmo. Saben que les viene su dosis. Lo recolectan con paciencia de los rincones en que lo tiro. Los sitios que quiero mantener libre de ratones son, curiosamente los mas visitados por ellos. En sus reuniones y en sus juegos de cartas reparten el polvo. Hacen unas líneas sobre una mesa muy pulida. Luego la aspiran ayudándose con un billete enrollado.

- Está buena- dice uno.
- Si, el socio nos está trayendo de alta pureza ahora. Buena onda el socio.

Los ratones andan más energéticos que nunca. Corren veloces por el techo sin tener motivos para ello. Mi gato es incapaz de alcanzarlos. Pensé que el polvo a lo mejor también le servía a él. Pero lo dejó en un estado terrible, vomitando sin parar y sin poderse levantar. Ahora se volvió un vomitador crónico. Los ratones se paran en el techo a mirarlo y a gritarle burlas.

- ¡Estás decadente gato!
- ¡No asustas a nadie, pareces un nene!

Es cuando entro en escena con mi escoba. Mi gato tiene el cuerpo malo, es verdad, pero estos roedores no le echarán a perder la mente.

Un día no puse ya mas veneno. Fue casi fatal. Rodearon mi cama mientras dormía. Me lanzaron objetos y algunos me mordieron. Prendí la luz y ellos no escaparon. Habían atrapado a mi gato y prometían eliminarlo. Tuve que ceder a sus peticiones: repartición gratuita de veneno, habilitar el cuarto de los cachureos para fiestas. Si no fuera por los escándalos de las ratas mi vida sería en completa paz. Con mi gato no tenemos más motivos de queja.